Los árboles más longevos, como los robles ingleses de 180 años estudiados por científicos en la Universidad de Birmingham, tienen la capacidad de adaptarse y responder a su entorno.
Durante siete años, estos árboles fueron expuestos a niveles elevados de dióxido de carbono, lo que resultó en un aumento en la producción de madera. Esta respuesta ayudó a retener los gases de efecto invernadero, contribuyendo así a combatir el calentamiento global.
El estudio, publicado en Nature Climate Change, destaca la importancia de proteger y preservar los bosques maduros para abordar el cambio climático. Cada seis segundos se pierde un campo de fútbol de bosque primario en todo el mundo, lo que resalta la urgencia de mantener estos ecosistemas vitales.
El experimento FACE de la Universidad de Birmingham, dirigido por el profesor Rob MacKenzie, proporciona una visión única sobre cómo los árboles responden a los niveles elevados de CO2. Los resultados muestran que los robles han aumentado su productividad en un 10%, almacenando el dióxido de carbono a largo plazo en forma de madera.
Aunque estos hallazgos son prometedores, es importante tener en cuenta que no son una solución definitiva al problema de las emisiones de combustibles fósiles. La gestión cuidadosa de los bosques existentes es fundamental, y talar árboles maduros solo empeoraría la situación.
El experimento continuará hasta 2031 para seguir monitoreando la respuesta de los árboles a los niveles elevados de CO2. Los investigadores también esperan estudiar cómo estos cambios afectan la vida útil de los árboles y la biodiversidad circundante, incluidos los insectos que podrían ver alteraciones en su población debido a las nuevas condiciones atmosféricas.